
Dormía cómodamente en mi habitación, son del tipo de descanso que cualquier caballero ocupo. Estaba muy cómodo y podía dormir así por horas. Pero de pronto escuche que alguien entraba en mi habitación silenciosamente. Siempre he dicho que todo caballero nunca se debe de dormir por completo por más sueño que este tenga, siempre debe de estar alerta. Es por eso que yo logre escuchar que alguien ingresaba ya que estaba dormido pero al mismo tiempo estaba alerta de cualquier sonido o movimiento extraño. Gracias a dios era solo la dueña Rodríguez que quería hablar conmigo de temas caballerescos. Me pego un gran susto, yo estaba encima de mi cama preparado para luchar contra quien fuese, por suerte no era nadie que venía a hacerme algún daño. Cuando el susto paso, empezamos a charlar, ella me conto su propio historia, me dijo que tenía una hija la cual había sido seducida por un labrador el cual le había pedido matrimonio. Me dijo de forma desesperada como toda madre lo haría que le había pedido ayuda al Duque pero que este no se la había dado. Estaba bastante molesta, se metió con la Duquesa lo cual me pareció una falta de respeto porque aunque no esté de acuerdo con ella debe respetarla como duquesa que es y no decir cosas malas de ella. No lo único que hice fue quedarme callado y escuchar porque en esas cosas prefiero no abrir mi boca. Hay un refrán que dice que la cárcel de la lengua es la boca. Si uno no abre la boca la lengua no es capaz de decir absolutamente nada. De pronto los encantadores entraron en juego de nuevo. Esta vez apagaron la luz de mi habitación y nos pellizcaron de una forma muy agresiva, tanto así que hasta la dueña Rodríguez salió llorando de mi habitación.
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