
Pasaron todos los carros y en el último venia una ninfa. Era muy extraña tenía la cara desgarrada, realmente tenía un aspecto muy feo. Dijo que para que Dulcinea volviese a tener la belleza que tenía antes solo lo lograría de una forma. Y para sorpresa de Sancho esa forma era que el fuese azotado tres mil trescientas veces en las posaderas. Cuando Sancho escucho eso empezó a sudar, su cara cambio inmediatamente, fue como si se hubiera tragado un sapo. Cuando recupero la conciencia y pudo hablar lo primero que dijo fue que no lo iba hacer. Ya que a él no le importaba en los más mínimo que dulcinea recuperara su belleza. Me señalo y lo dijo con voz muy seria y segura, “el que debería de azotarse eres tu Quijote”. Hasta ese momento sancho estaba decidido a no hacerlo. Pero apareció mi salvador, si el Duque me salvo en esa ocasión. Puso a Sancho jaque mate, le dijo que si no lo hacia él no le daría el gobierno de la ínsula que Sancho tanto anhelaba. Cuando escucho esto accedió. Pero puso las condiciones sobre la mesa, no debía sangrar, nadie se los iba a contar, y el decidía cuando azotarse. Antes de que Sancho aceptara lo de los azotes yo estaba muy preocupado, pensé que Sancho no lo iba hacer. Y estaba tan seguro de ello porque lo vi en sus ojos cuando me hablo muy claro. Nunca pensé que el Duque iba a intervenir de tal forma. De verdad que tengo bastante suerte, solo un milagro podía salvar a Dulcinea, pero cuando pasan cosas como la de hoy veo muy claro como los milagros existen. Si se preguntan qué haría yo si fuera a mí a quien azotaran, no duden en pensar que estaría dispuesto a hacerlo. Es algo que no pensaría dos veces, amare a Dulcinea siendo bonita o no, lo único que me importa es que este viva. Aceptaría que en lugar de trecientos azotes aceptaría recibir mil, así tal vez se podría aún más hermosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario