
Hoy me dio algo mucha risa, este de verdad que cada día me doy cuenta que mi compañero Sancho es medio tarado. Fue con mucha confianza a donde la Duquesa a decirle que ya se había dado unas cuantas palmaditas en la espalda. En mi opinión la Duquesa no se le rio en la cara por mantener la cordura, pero no es posible que Sancho pensara que darse palmaditas contaban como azotes. La Duquesa de una forma muy respetuosa le dijo que debía de buscar otra forma porque esa no valía en lo absoluto. Sancho de verdad estaba emocionado con lo de gobernar la ínsula que le habían prometido. Era tanta su ilusión que estaba preparando una carta contándole a su mujer sobre esa nueva aventura. La saco y se la enseño a la Duquesa con un gran orgullo. Era como se le estuviese enseñando una obra de arte. Es algo que de verdad me alegra muchísimo, ya que Sancho siempre había pensado que no servía para nada y tenía muy bajo autoestima y si logra gobernar podría fácilmente ser el hombre más feliz del planeta. Lo que más atraía a Sancho sobre gobernar era el tema del dinero, tenía muy claro que gobernando iba a obtener mucho dinero. Y por supuesto que así se lo hizo saber a su esposa. Cuando la Duquesa se enteró de esto no le hizo mucha gracia, ya que para ella un gobernador no tenía que ser codicioso y que Sancho lo estaba siendo. Fuimos al jardín a comer, de pronto se acercó un hombre que se hacía llamar Trifaldin, era escudero de la condesa Trifaldi. El mensaje de este escudero era uno enviado directamente por la condesa. Ella me quería conocer y me estaba esperando ya que quería hablar conmigo. Me ocupaba para conversar sobre temas de caballeros. Por supuesto que accedí que ingresara ya que sería un gran honor para mí.
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