
Salí tranquilo de mi habitación a tomar aire y pensar un poco. Acostumbro a pensar en la vida, confió mucho en el destino y pienso cada día si me va a favorecer o no. Pero hoy mi espacio de meditación se me vio interrumpido por una doncella. Si no me equivoco se me pareció muchísimo a la misma que me estaba cantando ayer. Estaba con una amiga y de pronto se desmayó, supe de inmediato que ese desmayo no era real, solo intentaba capturar la atención de un hermoso caballero como yo. Me considero un caballero sumamente inteligente, aproveche esa ocasión para dejarle claro que no me gustaba para nada. Pero no lo hice de una forma concha si no que lo hice la manera más educada e inteligente. Le dije a la amiga que yo la iba acompañar por esa noche, lo hice porque como caballero que soy, siento que lo más correcto era ayudarla, pero todo eso tenía otro sentido. Cuando estaba en la noche a solas con ella le cante un romance diciéndole lo mucho que me gustaba Dulcinea, y que nunca la cambiaría por nada en este mundo. Aproveche ese día para dejarle las cosas tan claras como el agua de un manantial. Es increíble como a un caballero lo siguen. Eso es algo que debo de tener sumo cuidado, así como tengo muchos amigos en esta tierra tengo muchos enemigos. Y esos enemigos los tengo porque ellos me envidian, lo cual me gusta que me envidien, así me doy cuenta que soy mejores que ellos. Estaba tranquilo cuidando a la doncella, cuando de pronto unos encantadores entraron a mi cuarto e hicieron un gran desorden. Mi habitación estaba a oscuras, tome mi espada lo más rápido que pude, manejaba esa espada con tanta perfección y nitidez que ningún encantador iba a poder contra mí. Lance unos cuantos espadazos. Eran tantos que uno se me vino por atrás y primero me araño la cabeza, cuando me di vuelta me mordió la cara, pero todo eso es parte de las batallas y estoy más que familiarizado con ello.
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