
Resulta que los duques me llevaron a Montería. Paso bastante tiempo, el día se me paso muy rápido. Cuando volví a ver al cielo me di cuenta que ya era de noche. Montaron las tiendas antes de que callera la noche por completo. Pasamos la noche alrededor del fuego. Hoy sentado junto a él lo analicé con sumo cuidado, vi lo maravilloso que es el fuego, es un misterio. Tiene una forma simplemente asombrosa y es algo que me encanta ver. Una gran procesión de carros se acercaba, si no es por el gran sonido que hacían no me hubiese dado cuenta, ya que estaba sumamente concentrado analizando y calentándome junto al fuego. En los primeros carros venia un hombre diciendo que él era el diablo y que venía en nombre de Montesinos y que me iba a revelar la manera de desencantar a Dulcinea. Ese personaje me agarro desconcentrado, no sabía muy bien lo que estaba pasando. Estaba un poco desubicado. Y lo que más me tomo por sorpresa fue escuchar el nombre de Dulcinea. Creo que mis oídos son bastante sensibles a esa palabra. Simplemente cuando alguien lo pronuncia mis dos oídos reaccionan inmediatamente e intentar prestar la mayor atención al que lo dijo. Es como si ellos al igual que yo también estuviesen enamorados de ella. Es ahí cuando me doy cuenta que toda parte de mí ser está profundamente enamorado de ella. Su belleza ha afectado cada parte de mi cuerpo, desde el hueso más pequeño que está ubicado en la oreja, hasta el más grande que es el fémur. Cada musculo, cada pequeña célula está profundamente enamorada de ella.
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