
Hoy se fue Sancho, me encontraba feliz pero también un poco triste. Feliz porque sabía que Sancho le iba a entregar la carta a mi amada Dulcinea y ella se podría muy feliz y orgullosa de mi, pero también triste porque me sentía solo, sin un compañero con quien hablar. Lo único que se me ocurrió en ese momento de soledad fue imitar a Amadis de Gaula en todas sus actitudes. Comencé a alabar al Amadis de Gaula. Siempre he querido que todo el mundo imitara a Amadis de Gaula en cuanto pudiesen. No tenía nada de comer y lo único que estaba al alcance de hacer era buscar algunas hierbas y con eso intentar sobrevivir mientras llegaba Sancho. No tenía nada de energías, me sentía exhausto, y la soledad poco a poco me estaba deprimiendo. No es que no pueda vivir solo, si no que la compañía de Sancho me hacia feliz. Era mi mejor amigo, único amigo de aventuras. Había pocas diferencias entre nosotros, era el que me daba fuerzas para continuar con mis aventuras. Daría mi vida y más si pudiera por ese hombre, el hombre que me a ayudado en mis batallas, el que me ha curado, el que me a echo reír y por supuesto enojar, lo mínimo que podría hacer por él es dar mi vida. Cada segundo, minuto, hora y día se me hacia eterno. Pensaba en que pasaba si no regresaría, o tal vez le pasara algo, y no fuera capaz de arreglárselas por el solo. Siempre que yo luchaba el estaba a mi lado, en este me sentía impotente, no sabía dónde se encontraba. También tuve pensamientos con un poco de celos, que pasaría si Dulcinea se hubiera enamorado de ese gordito, si Sacho le hubiera dicho mentiras, como que ya yo no la amaba, o estaba con otra mujer, hasta la más vil, que yo estaba muerto. Pase pensado todo el día en esas cosas, solo, triste, sin comida y sin aventuras me sentía viejo, incapaz de sonreír de nuevo. Me empecé a sentir mareado, seguramente de tantos pensamientos que tenía en mi cabeza, hasta que me desplome y caí dormido.
Qué profundo, Antonio, una gran compenetración con el momento que está viviendo el personaje.
ResponderEliminar