domingo, 23 de mayo de 2010

Capitulo 22


Siempre con la cabeza en algo y con el ánimo al tope, partimos en busca de una nueva aventura más, un recuerdo más de mis grandes hazañas. Íbamos por el camino muy tranquilos y muy despacio, disfrutando de la vista y el buen tiempo que hacía en ese momento. Estaba pegando una brisa deliciosa en todo nuestro cuerpo, fresca, hasta se me ponía la piel de gallina en algunos momentos. El olor de las plantas al lado del camino, refrescaba nuestras narices. El sol estaba empezando a agarrar fuerza, y las aves estaban empezando a salir de sus nidos. Cuando de repente vimos a unos presos, sucios, poca ropa y tras de eso a punto de desprenderse por el mal estado en que se encontraba. Iban escoltados por unos hombres armados. Me pareció demasiado injusto e inhumano en la situación que se encontraban esos presos. Le pregunto a todos los presos porque estaban condenados, uno por uno, ninguno se quedo sin contarme el porqué de su condena. Me la explicaron y todos estaban condenados a trabajar en las galeras del rey. Lo que esos presos habían hecho no era tan grave como para ser condenados, la injusticia es una de las cosas que más me molestan por eso decidí liberarlos y dejaros que se fueran en paz. Luchamos contra los comisarios armados, estábamos en mayoría porque los presos estaban de nuestro lado. Una vez terminada la batalla le dije a los presos que fueran donde mi bella Dulcinea del Toboso y que le contaran de la gran hazaña que había hecho. Estaba seguro que mi amada iba a estar muy orgulloso de mí. Se negaron, y para peores empezaron a lanzarnos piedras y nos robaron todo, casi nos dejan desnudos. Estaba muerto de cólera, nunca había estado tan decepcionado.

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