sábado, 5 de junio de 2010

Capitulo 27


Después de una noche tan agitada como la de ayer, llena de pensamientos terribles y no deseables me levante con gran humor. Vi esos montes grandes, sentí el aire fresco pegando en todo mi cuerpo y oí esas aves cantando antes que saliera el sol. Solo, igual que ayer no tenia con quien reír, con quien enojarme o simplemente con quien pasar el rato. Realmente echaba de menos a Sacho, nunca me había dejado solo, a excepción de algunas veces que se enojaba y se iba como por 5 minutos y no resistía y tenía que volver conmigo. Pero esta vez se fue por un largo tiempo y ya no aguantaba la soledad. Tampoco tenía a Rocinante porque se lo preste a Sancho. Si no hubiera sido por esos mal agradecidos ladrones Sancho hubiera podido ir a efectuar su misión con su burro y yo me hubiera quedado con Rocinante. Ya mis piernas estaban cansadas, quería recorrer los montes pero no tenía la suficiente fuerza como la tenían las piernas de Rocinante. Camine un poco y seguí pensando en muchas cosas. Deseaba estar en una nueva aventura o nada mas estar junto a mi Dulcinea. Imaginaba su cara al ver mi carta y al darse cuenta de todo lo que he hecho por lograr obtenerla. Su sonrisa que con sus dientes iluminaba un pasillo oscuro, o simplemente con imaginar su cuerpo esbelto sentía un escalofrío en todo mi cuerpo. Su pelo largo que no necesitaba viento para moverse, este se movía con solo que ella diera un paso al frente, que cautivaba a cualquiera, congelaba al que la viera pasar. Solitaria sin un hombre que la protegiera, si un hombre con quien ver el atardecer abrazados y besándose, con un hombre con el cual no podía compartir su cama, comida, sonrisas, tristezas. Deseaba ser yo, ese hombre que ocupara ese espacio vacío en la vida de mi hermosa Dulcinea del Toboso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario