miércoles, 14 de abril de 2010

Capitulo 8


Hoy íbamos Sancho y yo caminando muy pacíficamente, cuando de pronto vi a lo lejos unos molinos de viento, eso fue lo primero que pensé, aunque no los podía ver muy bien y ya la vista me estaba empezando a fallar. Pero cundo nos acercamos lo suficiente me di cuenta que no eran molinos de viento como pensé, si no eran unos gigantes. Y sin miedo los ataque con mi lanza, que tuve que arreglar durante mi estadía en el pueblo porque unos gigantes parecidos me la habían destruido. El inútil de Sancho no paraba de decirme que eran molinos de viento, seguramente por su inexperiencia o miedo quería alejarse de ahí. Ignore sus comentarios y los ataque. Algo me salió mal y tropecé. Los gigantes se alejaron entonces no me vi obligado a atacarlos. En el camino recordé como fue que hice para arreglar mi lanza, y me acorde inmediatamente que lo había leído en uno de los libros. La arregle con un tronco, y me quedo mucho más fuerte que antes. Al día siguiente nos dirigimos a Puerto Lapice en busca de nuevas aventuras, como siempre acostumbro. Cuando iban en el camino vi unos hombres vestidos de negro, al instante sentí algo que me decía que esos hombres eran unos sin vergüenzas. Cuando me acerque mas a ellos vi a una mujer que iba atrás, esa fue la gota que derramo el vaso. Tarde unos minutos en reaccionar, pero después me di razone que esos hombres la tenían secuestrada. Y me vi obligado a atacar a esos enfermos sexuales, que no me quiero imaginar que propósitos tenían para tener una mujer tan linda secuestrada. No pudo faltar Sancho el gran miedoso, que me decía que solo eran frailes. Según él pensaba que le iba a hacer caso si vi con mis propios ojos lo que estaba sucediendo. Al verme salieron corriendo y uno de ellos se cayó, Sancho lo quiso ayudar, y cuando estaba a punto de hacerlo dos mozos se fueron contra él y lo dejaron inconsciente. Cuando me di cuenta que solo eran mozos fui y me disculpe respetuosamente con la mujer, la hermosa mujer. Pero perdió su belleza cuando se vino encima de mí y me dejo el hombro herido.

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