
Hoy me levante antes de que cantara el gallo en la venta. Partí sin despedirme porque las despedidas me traen malos recuerdos y no son de mi gusto. Cuando iba a empezar a cabalgar recordé que no llevaba sufiesiente dinero y debía buscar un escudero, sin pensarlo dos veces di vuelta y me devolví al pueblo. Tome las prevenciones del caso porque tal vez en algunas de mis aventuras iba a necesitar dinero y de ese escudero. Cuando iba de vuelta al pueblo escuche unas voces me parecieron bastante extrañas, eran voces como de una mujer o un niño pequeño. Entonces me dirigí directamente de donde provenían las voces a ver qué estaba pasando. Para mi sorpresa había un señor adulto, un poco sucio pero con buena musculatura golpeando a un niño, inmediatamente como labor de caballero le ordene con una voz fuerte y clara que se detuviera de una vez por todas, si no debería enfrentarse a mí, que no era la mejor opción para el señor, seguro al verme con ese aspecto de caballero feroz se hizo para atrás. Se detuvo e inmediatamente le dije: ¡Hizo bien en detenerse! No sé quiero ni pensar como hubiera salido después de una lucha contra este caballero hecho y derecho. Tenía la duda, entonces le pregunte que porque lo estaba golpeando, el hombre dijo que el niño le había perdido unas ovejas, pero sin dejarlo terminar el niño dijo que ese señor llevaba 9 meses sin pagarle ni una sola moneda. Le jure al señor que pagaría al niño y que le dejaría libre. Después de enfrentarme a ese pequeño problema me encontré con dos mercaderes, por su mala fortuna tocaron mi punto débil, al que no le tengo tolerancia, hablaron mal de mi Dulcinea. Los quise atacar pero Rocinante se cayó, me levanté lo más rápido que pude. Me costo por todo el peso de las armas que llevaba en mi. Los malditos me rompieron la lanza, la que limpie, pulí y vele por horas me la rompieron en un segundo. Estaba a punto de estallar del enojo.
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