
Cuando llego Sacho nos fuimos a mi recinto. Yo estaba terminando de alistar todo para las aventuras. No crean que sea solo montarse a un caballo y zarpar. Hay que tener todo listo y completo. Siempre que estoy alistando mis cosas para una aventura tengo en mi mente un dicho que para mí es fundamental. Es famoso dicho que siempre está en mi cabeza es “es mejor prevenir que lamentar”, es por esa razón que prevengo siempre. Tal vez algo no sea tan necesario de llevar, pero uno nunca sabe si lo va a ocupar. Mi ama salió rapidísimo apenas llego Sancho. No tengo ni las más mínima idea a donde fue. Y la verdad ni me intereso en lo más mínimo. Para variar, Sancho llego y me pidió que le pagara. Por supuesto que no le iba a pagar ni medio centavo, si le pagara estaría rompiendo una tradición de años. Y no es como que me voy a morir si Sancho deja de ser mi escudero. Sé que es un excelente amigo, pero si no se adapta a mis condiciones tendré que conseguirme uno nuevo. Resulta que cuando íbamos saliendo me entere para donde fue mi ama. Se fue donde el Bachiller y este en lugar de detenerme, me animo a seguir, y hasta se ofreció a ser mi escudero. El pobre Sacho al escucharlo decir eso, me rogo que él quería seguir siendo mi escudero. Yo estaba totalmente claro que no quería perder a Sancho. Lo abrase inmediatamente y le di todo mi apoyo. Me hubiera encantado que hubieran visto la cara de mi ama y mi sobrina. Estaban paralizadas, no entendía como el Bachiller estaba de mi lado y no del lado de ellas. A los tres días partimos a Toboso. La única novedad es que Sancho llevaba una bolsa de dinero que yo le di para cubrir todos los gastos de la aventura. Que por cierto son muy caras.
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