
Paseaba tranquilo por la playa, mi lugar preferido ya que el gigante se encuentra a tan solo unos pocos pasos de donde camino. Donde su sonido es más relajante que la propia música de Mozart. Mi meditación y momento de paz se vio interrumpido por un caballero que se llamaba el Caballero de la Blanca Luna. Este vino a decirme que su dama era más hermosa que la mía. Como dicen coloquialmente, “le toco los huevos al toro”. No podía permitir que dijera tal estupidez, por esa razón lo rete a un duelo inmediatamente. Hicimos un trato. Pero, debo ser humilde y aceptar que fui derrotado. Parte del trato era que tenía que retirarme un año de la caballería, algo muy triste para alguien que ama ser caballero. Emprendí el viaje de vuelta al pueblo con Sancho para así cumplir mi promesa.
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