martes, 3 de agosto de 2010

Capitulo 37


Continúe viendo por un largo rato. Para ser verdad me intereso mucho. Sentí que estaba viendo el desarrollo de una novela. Veía la cara de Sancho, y tenía que taparme la boca para que no me oyera cuando me reía. Era una cara de un pobre ilusionado, que pensaba que la mujer que tenia al frente era una princesa. También pude notar un poco de celos hacia Fernando. Se dio como una lucha por ver quién conquistaba primero a la dama. Gracias a Dios yo tengo una mujer solo para mí y no tengo que competir con nadie porque yo se que ella me está esperando, y que no hay hombre que se compare a mi persona. De algo estoy totalmente seguro, y nadie me va a hacer cambiar de opinión. Dulcinea está profundamente enamorada de mí. Eso lo sé porque lo siento en lo más profundo de mi corazón. Y cuando algo se siente profundamente en el corazón es porque tiene que ser cierto. Al contrario de Sacho, que cada vez que se encuentra al frente de una dama empieza su lucha para conquistarle. Pero siempre es el mismo resultado, es pobre gordo es rechazado. Aunque sé que soy un caballero que toda dama desea, siempre intento mantener mi posición más acertada. Si yo quisiera podría ir a un pueblo y levantarme a mujer que yo quiera. Pero ese no es mi estilo. Guardo todas mis fuerzas y todo mi amor para mi única mujer. Logre ver por unos segundos al ventero. Ese hombre no podía ocultar su sonrisa. Esa sonrisa no era provocada solo por felicidad, desde el primer momento supe que estaba tan feliz porque su venta estaba llena y eso significaba dinero. Al único que vi un poco triste y no tan feliz fue a mi pobre amigo Sancho. Unas horas después hable con él para intentar ayudarlo. Solo me costó unas palabras de inspiración y apoyo para ponerlo de buen humor. Le conté mi aventura con el gigante, porque este Sancho que seguramente estaba pensando en otra cosa me salió con algo de vino tinto. No estoy seguro si estaba un poco borracho, pero si fuera así me parece muy absurdo que tenga que tomar para tener el valor de hablarle a la mujer de la venta. Sancho estaba hablando conmigo en mi habitación, pero finalmente me decidí y salí. Baje donde se encontraban todos y quise hablar con la mujer. Con el mayor respeto posible por supuesto. Después el hombre que se hacía llamar por Fernando me invito muy amablemente a su casa. No tengo ni la menor idea con qué intención, pero espero que no sea para algo malo.

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