
Hoy estaba tranquilo en mi habitación en mis 3 minutos de silencio. Todos los días acostumbro a hacer tres minutos de silencio. No había llegado ni al segundo cuando entro Cardenio pegando gritos a llamarme. Lo único que paso por mi mente fue que Dulcinea estaba afuera preguntando por mí. Pero ese pobre estaba tan alterado que no le salieron las palabras de su boca y no fue capaz de decirme absolutamente nada. No sé si fue que recordó quien era, pero hizo un gesto como si se le hubiera iluminado el bombillo. Salió de mi habitación, no tiro la puerta más duro porque no se podía. Estaba emocionado, nervioso o yo que se pero ese hombre no se encontraba en su mejor estado de ánimo. No quería salir de mi habitación, pero fui muy inteligente. En vez de quedarme en mi habitación sin darme cuenta de nada, vi todo lo que pasaba por una pequeña rejita que había en mi habitación. No lograba ver bien la cara de esa mujer pero de algo estaba totalmente seguro apneas la vi, no era mi amada Dulcinea. Eso no quito mi interés y como un tigre cazando, me quede ahí quedito solo a escuchar y a ver. Cardenio empezó a hablar con esa mujer. Hablaba con ella como si fuera su amiga del alma. No escuchaba lo que hablaban. La verdad no es de mi incumbencia, pero me hubiera gustado escuchar. No soy del tipo de hombre que hacen llamar por “vino” o entrometido pero siempre me gusta estar al tanto de todo lo que pasa a mí alrededor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario