
Al amanecer fue cuando me di cuenta que estaba atrapado. Me habían jugado una broma de muy mal gusto. No lo podía creer que una simple niña le hiciera esa clase de broma a un hombre tan recto, y que se merece tanto respeto como yo. Me dolía demasiado, todo mi peso estaba guindando de mi pobre mano. Me chimaba y me dolía demasiado. Después de gritar tanto, la mujer decidió soltarme. Cuando me solo, por supuesto que me caí. Y eso no fue lo peor, cuando caí estaban al frente mío el ventero y los cuatro jinetes. Esos jinetes venían en busca del chico que se había ido días atrás en busca de la muchacha. Lo recordaba como el chico que cantaba y que me alegro mientras cuidaba el castillo. Después hablaron entre el padre de la mujer y el chico y llegaron a un acuerdo. El muchacho le manifestó su gran amor hacia su hija y el padre acepto. Después se fueron todos juntos a Andalucía. Los otros se fueron a hablar con el padre del muchacho para ver si él estaba conforme. Después apareció el hombre que no tenía muy buena relación con mi amigo Sancho. Tanto es el odio que le tiene que se le tiro encima y empezó a decirle ladrón y muchas otras cosas. Cuando vi a Sancho defender su honor como lo defendió hoy. Me vi en la necesidad y en la obligación de nombrarlo como caballero en la primera oportunidad que tuviera. Todo el día se perdió en la discusión. Simple por cierto. Para mi gusto muy tonto. Todo se trataba si el yelmo de Mambrino era yelmo o una simple bacía como afirmaba el barbero.