domingo, 13 de junio de 2010

Capitulo 32


Entramos a una venta donde si bien recuerdo ya habíamos estado. Pues ahí entramos. No había cambiado en nada seguía igual como hace algún tiempo. Tuve la dicha se ver una larga discusión entre los hombre que nos acompañaban a Sancho y a mi contra los que en ese momento ocupaban la venta. Discutieron por largo tiempo sobre la autenticidad o no de las historias de los libros de caballería. Acepto que la conversación estaba bastante interesante. Aunque yo estaba a favor de los libros de caballería, como no iba a estarlo si reflejaban mi forma de ser y actuar. Los hombres que me estaban acompañando decían que los libros de caballería eran mentiras y que las inventaban los escritores. Que lo único que ellos querían era entretener a la gente. Mientras que los que ocupaban la venta decían que eran completamente historias verdaderas que le habían sucedido a unos personajes en el tiempo que en el libro decía. Otra vez los hombres que nos acompañaban se molestaron porque no podían convencer a los que ocupaban la venta y argumentaron algo que casi me parte el corazón, dijeron que todos los libros que había en la venta se tenían que quemar. También dijeron que habían encontrado en la venta una maleta con tres libros: Don Cirongilio de Tracia, Félixmarte de Hircania y la Historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba. Al igual que los libros también encontraron unas hojas, que contenían una letra bellísima, en la cual fue escrita una novela llamada: La novela del curioso impertinente. La leyó unos de los hombres en voz alta para que todos la escucháramos. Para ser realista me deleite escuchando esa exquisitez. Me gusto escuchar esa discusión en la venta, aunque se quisieron calentar los ánimos cada uno dijo se punto de vista. No estoy en nada de acuerdo en que digan que los libros son falso, porque yo mismo voy a hacer que publiquen uno mío. Y no me gustaría que digieran que es una historia inventada solo para entretener.

Capitulo 31


Le pregunte a Sancho detalles sobre la conversación que tuvo con Dulcinea. Me decía algunas cosas que no tenían mucho sentido pero lo deje pasar ya que me encontraba en un momento de felicidad. Me dijo que cuando llego Dulcinea rompió la carta, por la razón de que no sabía leer y no quería que nadie la leyera por ella. También de que Dulcinea le incisito a Sancho que quería que yo fuera a verla al Toboso. Le seguí preguntando a Sancho sobre esa conversación debido a que quería saber la pura verdad. Después me tope con una gran decisión. Tenía que decidir si ir a cortarle la cabeza al gigante, y así podía salvarle la vida una princesa. Lo que me daría mucho gusto porque estaría matando dos pájaros de un tiro. La salvaría a ella y tendría el cariño de un rey su reino por haber salvado a su hija. Pero también estaba la conversación pendiendo con Dulcinea del Toboso en Toboso. Había esperado años para conocerla, y esa era mi única oportunidad. Mi corazón me decía que fuera directo donde Dulcinea sin desviarme por ningún motivo. Pero mi armadura me decía que yo era un caballero y que era mi deber ayudar al que me necesitase. Y en ese momento Dulcinea no me necesitaba cono me necesitaba la princesa. Estaba completamente confundido. No sabía si seguir a mi corazón o a mi armadura. Pare un momento para meditarlo profundamente. Veía el rostro de Dulcinea, me la imaginaba riendo a mi lado y besándome apasionadamente. Pero también veía el rostro de la pobre princesa clamando por mi ayuda. Se me entrelazaban las dos imágenes y por un instante me desconecte, lo único que veía eran esos dos rostros llamándome. Eran como el ángel a un lado y el diablo al otro. Luchando para convencerme para que escogiera el camino que más les convenía. Sabía que era mi cabeza la que producía esas imágenes, pero las sentía como si fueran reales y me producían emociones inmensas.

Capitulo 30


Pensé que ya habían olvidado lo de los galeotes. Pero no fue así, Sancho tuvo que abrir su bocota y confesar que fui yo el que había liberado a esos ladrones. Me sentí minúsculo en ese momento, deseaba volverme invisible o simplemente hacer un hueco meterme y volverlo a cerrar, así no tendría que dar ninguna declaración. Todos me volvieron a ver con una cara de que me querían matar en ese momento. Dude unos segundos procesando mi respuesta en la cabeza, debido a que no tenía previsto esa imbecilidad de Sancho. Lo que dije fue que mi misión como caballero era ayudar a los desgraciados y no descubrir si sus penas eran verdaderas o falsas. Justo cuando termine de decir mi respuesta me di cuenta que mi nerviosismo había ocultado mi gran enojo. Me di cuenta que estaba temblando de la rabia. Dorotea seguramente se dio cuenta de mi gran molestia hacia Sancho, me empezó a contar una historia de una tal princesa llamada Micomicona. Estaba un tanto interesante, me concentre en escucharla y me clame por completo de mi enojo. La historia contaba que un gigante llamado Pandafilando le pediría matrimonio a la princesa, pero como esta no se quería casar con el gigante partió a buscar a un caballero que la salvara del gigante y que también se casara con ella. Al oír esa historia me emociono muchísimo. Me di cuenta que tenía un reino al que mandar. Se lo dije a Sancho, ya no estaba enfadado con él, que yo sería ese caballero que la salvaría. También estaba claro que solo me encargaría de cortarle la cabeza al gigante en ningún momento casarme con ella, debido a mi gran amor hacia Dulcinea. Y así se lo dije a Sancho, creo que fue un gran error, porque inmediatamente comenzó a decir que Dulcinea no me merecía. Casi exploto cuando escuche esas palabras salir de la boca de Sancho. Era un gran irrespeto hacia mí decir que Dulcinea no me merecía, el mismo sabía cuánto la amaba y cuanto la deseaba. Solo por el simple hecho de que, como buen caballero que soy lo único que quería hacer era salvar a la princesa. Cuando ya se clamaron un poco los ánimos vimos a lo lejos a un hombre montado en el asno de Sancho. Sancho lo reconoció de inmediato por su torpeza al correr. Cuando el hombre se percato que Sancho le estaba gritando soltó el burro y escapo. Sancho fue por su burro y cuando lo tenía en su posesión, lo empezó a besar como si fuera una mujer que amara. No olvide la promesa de regalarle tres burros, se lo comunique y se puso aun más contento. Le comente a Sancho que le iba a contar absolutamente todo lo que había pasado en el viaje que tuve hacia la casa de Dulcinea, y que esta se iba a poner muy contenta al oír todo lo sucedido.

sábado, 5 de junio de 2010

Capitulo 29


Estaba débil, hambriento, triste y desesperado. Sentía que iba a morir, no sé si estoy enfermo o simplemente desnutrido. En este momento si luchara contra una hormiga y esta me picara creo que moriría de dolor. Ha sido uno de mis peores momentos, nunca en mi vida me había sentido tan mal física y moralmente. No he comido nada en días, solo caminar para ver que puedo encontrar para comer y eso me ha cansado y me ha quitado todas las fuerzas estos días. Por fin hoy llego Sancho, no me traía muy buenas noticias porque me dijo que fuera ante mi amada Dulcinea pero no acepte porque todavía no me había convertido en un gran caballero digno para Dulcinea. Sancho me encontró en un estado terrible, estaba desnudo, flaco y muy pálido. No me importo tanto porque era mi amigo de todas las aventuras, ni siquiera pensé en taparme mis partes nobles porque no tenía la fuerza para mover mis manos, y mucho menos para ponerme de pie y ponerme la ropa. Lo único que pude hacer fue mover mi boca, sentía hasta dolor en la boca, tenía mucha sed y me dolía a la hora de hablar debido a que tenía los labios rotos de deshidratación. Llego una tal Micomicona, me dijo que era una princesa, y como princesa debía de tratarla de la mejor forma posible. Me dijo que tenía que vengar al que entro en el reino de esta princesa. No podía decirle que no y lo único que me era posible era aceptar, y así lo hice. Cuando íbamos la princesa, Sancho y yo nos encontramos con el cura, el barbero y Cardenio. Hablamos un poco en el camino y el cura me contó que había ido con el barbero a cobrar unos impuesto pero que se los habían robado unos galeotes que los había liberado un loco. Sentí mucha vergüenza y no sabía que decir en ese momento, debido a que sabía que fui yo el que los libero, lo único que hice fue callarme y continuar cabalgando.

Capitulo 28


Ayer tampoco llego Sancho. Hasta temía entrar en una depresión sebera. Pero era un caballero excelentemente preparado, y sabia que eso no me sucedería jamás. Camine un poco y vi como unas piedras muy bonitas pero extrañas a la vez. Justo en medio de estas había una carta. No se entendía muy bien y estaba muy sucia. Agudice mi vista, y por supuesto use un poco mi sentido común para lograr descifrar que contenía esa carta tan extraña. No debería de tener tanto tiempo allí porque aun se podían entender algunas palabras perfecta mente. Como: “Cardenio”. Empecé a leer esa extraña carta y de lo poco que logre entender fue que un hombre llamado Don Fernando iba a casarse con Luscinda pero, justo en el momento de la boda se desmayo y que había una carta en su vestido que decía que ella en realidad amaba a Cardenio, y que había aceptado casarse con Don Fernando para no desobedecer a sus padres y que se quería matar si no la dejaban estar con Cardenio. Esto se confirmo porque había una daga en el vestido de Luscinda. Don Fernando intento matar a Luscinda porque estaba muy molesto pero los invitados a la boda no lo permitieron. A los pocos días Fernando salió de la ciudad si dejar rastro alguno al igual que Luscinda. Al final de esta carta había una firma, seguramente de la persona que escribió esta carta que decía un nombre que no lo lograba entender muy bien pero era algo como “Dorotea”. La leí un par de veces más. Me interese mucho y empecé a imaginar cómo se pudo sentir Don Fernando en el momento que leyó esa carta, los celos tuvieron que matarlo a donde fuera, y seguramente hasta el día de hoy piensa en ese momento tan humillante.

Capitulo 27


Después de una noche tan agitada como la de ayer, llena de pensamientos terribles y no deseables me levante con gran humor. Vi esos montes grandes, sentí el aire fresco pegando en todo mi cuerpo y oí esas aves cantando antes que saliera el sol. Solo, igual que ayer no tenia con quien reír, con quien enojarme o simplemente con quien pasar el rato. Realmente echaba de menos a Sacho, nunca me había dejado solo, a excepción de algunas veces que se enojaba y se iba como por 5 minutos y no resistía y tenía que volver conmigo. Pero esta vez se fue por un largo tiempo y ya no aguantaba la soledad. Tampoco tenía a Rocinante porque se lo preste a Sancho. Si no hubiera sido por esos mal agradecidos ladrones Sancho hubiera podido ir a efectuar su misión con su burro y yo me hubiera quedado con Rocinante. Ya mis piernas estaban cansadas, quería recorrer los montes pero no tenía la suficiente fuerza como la tenían las piernas de Rocinante. Camine un poco y seguí pensando en muchas cosas. Deseaba estar en una nueva aventura o nada mas estar junto a mi Dulcinea. Imaginaba su cara al ver mi carta y al darse cuenta de todo lo que he hecho por lograr obtenerla. Su sonrisa que con sus dientes iluminaba un pasillo oscuro, o simplemente con imaginar su cuerpo esbelto sentía un escalofrío en todo mi cuerpo. Su pelo largo que no necesitaba viento para moverse, este se movía con solo que ella diera un paso al frente, que cautivaba a cualquiera, congelaba al que la viera pasar. Solitaria sin un hombre que la protegiera, si un hombre con quien ver el atardecer abrazados y besándose, con un hombre con el cual no podía compartir su cama, comida, sonrisas, tristezas. Deseaba ser yo, ese hombre que ocupara ese espacio vacío en la vida de mi hermosa Dulcinea del Toboso.