
Pasaron dos días, no dirigimos a Zaragoza, donde a la orilla del rio Ebro vi algo que me pareció muy extraño. En ese bello rio, que palabras para describirlo completamente no tengo, se encontraba un barco, pero no uno normal, si no uno sin velas ni remos. Siempre he dicho que creo en el destino, siento que el destino juega un papel muy importante en nuestras vidas, y cuando vi ese barco justo allí pensé, ¿será que ese barco me está esperando?, tuve la sensación de que me convenía subir a ese barco. No puedo decir si para algo bueno o malo, pero en el momento en que paso algo me dijo que debía subir allí en busca de alguna aventura, que ya el destino me tendría que tener preparado. Sancho pensó que pertenecía a pescadores, pero estaba sumamente equivocado, claro, Sancho no cree en el destino, nunca se iba a dar cuenta que ese barco fue colocado por este. Al fin de cuentas subió conmigo, puede oponerse a situaciones pero siempre termina acompañándome a todo lo que hago. Como saben no soy del todo bueno en el mar, tengo mi experiencia claro, pero no tan avanzada como la tengo en la tierra, no temo al mar, pero si le tengo el respeto que merece. No soy como esos marineros que saben donde se sitúan las corrientes, rocas o cantidades de peces, yo solo sé que es el mar y que es fácil perderse. El claro ejemplo que no soy bueno para distinguir esas situaciones fue que una corriente nos arrastro hasta un molino harnero que se encontraba en ese rio. En cuestión de segundos nos hubiéramos ahogado si no fuera por la gentileza de unos molineros que se encontraban en el lugar de los hechos y nos salvaron, eso también es destino, yo he salvado muchas veces, y esta vez me salvaron a mí. Me pidieron dinero, como todo hombre malo lo hace, salva pero luego pide recompensa, ¿Qué clase de hombres eran estos? Pues claro supe de una vez que eran los que tenían la caballero en su poder, y por esa razón me resiste a darles el dinero que me pedían. Pero ahí está Sancho el bondadoso o mejor dicho el que se convence fácil con solo oír algo, saco dinero y se los dio. Me di cuenta que la aventura había terminado allí, ya no había nada que hacer, solo esperar a que otro caballero cumpliera su misión.
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