
Hable un buen rato con Sancho sobre lo que él me había dicho. No estaba muy seguro si era cierto lo que él me estaba diciendo. La verdad es que yo a Sancho no le creo mucho, porque él esta medio loco. Al final, como la vez pasada no seguí los consejos de Sancho. El me decía que yo no estaba encantado, pero como no lo iba a estar si estaba metido en una jaula. Era obvio que si estaba encantado. Estábamos cansadísimos del viaje. Estaba deseando parar para descansar. Por fin decidieron parar para descansar. Sancho les pedio a los enmascarados que me dejaran salir a dar una vuelta. Tenía mi trasero completamente cuadrado. Me dolía la cabeza la espalda y mi trasero por supuesto. Cuando estaba afuera uno de los hombres me empezó a decir tonterías de los libros de caballería. Que eran cuentos sin sentido. Con mucha tranquilidad y sin enojarme para nada. La verdad pensándolo bien no sé porque no me enoje. Seguramente estaba muy cansado como para enojarme. Le explique y le di mis argumentos para que ese hombre dejara de decir esas cosas sobre lo más sagrado para mí, los libros de caballería.
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